Tres preguntas a Diego Bianchi, artista plástico creador de la instalación monumental que habita el edificio Donna Terra.
Fotos de Jorge Miño, Claudio Larrea y Pablo Mekler.
Interpelado por el proceso de deterioro de los objetos, devaluación y decadencia de las cosas y de las formas, Diego Bianchi participó en la tercera edición del Premio Azcuy y se llevó el primer premio con Mutanti, una escultura monumental que, con la morfología de una lombriz, contiene en su interior una serie de composteras que expresan su funcionalidad dentro de la comunidad que la recibe: los habitantes del edificio Donna Terra, en el barrio de Caballito.
¿Cómo describirías a Mutanti, el proyecto que realizaste para el edificio Donna Terra?
La obra tiene tres partes. Las tres son estructuras tubulares que surgen desde el piso, se elevan en el espacio y se retuercen hasta que dos de ellas alcanzan un recorrido horizontal de varios metros, paralelo al suelo, hasta que se introducen de nuevo en él. En el recorrido horizontal, la estructura tubular alberga su parte funcional y se transforma en una serie de composteras alineadas. La totalidad de las tres estructuras recuerda y rememora el movimiento y la apariencia de una lombriz gigante que bordea las áreas abiertas del edificio y se entierra. La lombriz es un agente fundamental en los procesos de compostaje, así que entendí que esta representación me permitía condensar las intenciones formales de ocupación del espacio que me interesaban, como así también el aspecto funcional que era fundamental que la escultura albergara en su interior.
¿Cómo afecta al pensamiento, la forma y la materialidad el emplazamiento permanente de tu obra en una unidad de vivienda?
Esta redirección y ampliación de las ideas previas me exigió poner en práctica un tipo de proyectualidad a la que me solía resistir, pero que sin duda fue parte importante del proceso. Empecé a aproximarme primero de forma intuitiva, con materiales blandos como masilla y plastilina, para luego pasar a diferentes flexibles metálicos de diferente ductilidad. Trabajé traduciendo las formas con cartulina y con maquetas. Luego a una mayor escala con tubos de zinc de curvas flexibles, para volver a traducir las formas resultantes de ese proceso a programas 3D, donde fueron perdiendo la naturalidad inicial y se fueron vectorizando y ganando precisión. Cada parte del proceso fue entendida como determinante y agregó características formales particulares. A mi entender, la ficción que resultaba de este proceso de retraducción de las formas finalmente generó mayor correspondencia con la arquitectura y con todo el sistema operativo de conductos y cañerías de un edificio de esa escala, que también se tomaba como referencia formal.
¿Cómo te imaginás la sobrevivida de una obra funcional que necesita de una comunidad para ser activada?
No sé. Lo que pase estará bien. Entre las posibilidades está que se la incorpore al uso social o que sea completamente indiferente, depende mucho de la relación que las personas y las comunidades establecen con los entornos en los que viven. La relación de amor y de cuidado con el entorno no está particularmente desarrollada en nuestra sociedad, en la que todavía se deposita demasiada esperanza en las instituciones y en las macro-estructuras. Esta propuesta abre la idea de una participación activa individual y/o grupal en relación con ese cuidado. También es un experimento social, por eso lo que suceda va a estar bien y será un reflejo de la comunidad. Que sea absorbido como cada uno quiera estará bien para mí.