Sobre la arena de José Ignacio, Uruguay, se monta durante los meses de verano Chiringuito, del chef Francis Mallmann. Este restaurante descontracturado y con cocina abierta ofrece una experiencia que combina ambiente de playa, intimidad y buena gastronomía se funden en un mismo espacio.


Naturaleza y alta cocina pueden convivir. Claro que sí, afirma Francis Mallmann, quien no le teme a los desafíos y desde diciembre de 2020 montó un restaurante con mesas sobre la arena, a metros de donde rompen las olas en la brava de José Ignacio, Uruguay. Épico. Ubicado en primera línea de playa, ofrece los mejores platos en un paisaje inmejorable.
Inspirándose en la ambientación de los balnearios de los años ‘70, el chef argentino creó un espacio casi cinematográfico donde los comensales tienen absoluta intimidad. Boxes con mucho estilo diseñados con cañas y medias sombras, carpas vintage de telas a rayas con camastros donde relajarse y reposeras de madera con toldos propios que abren el juego a esta mezcla entre el entorno salvaje y la sofisticación.
Y en ese spot único a metros del mar, Chiringuito surge como una aparición de verano. Es un restaurante efímero que cobra vida desde mediados de diciembre y cierra después de Semana Santa. Sin estructuras fijas, se monta y desmonta cada temporada, dejando solo el recuerdo de los momentos vividos.
El origen del proyecto
Un chiringuito es un lugar donde comer rico, en un ambiente relajado, con los pies descalzos hundidos en la arena. A ese concepto se aferró Mallman para concretar esta propuesta. Y cuando la pandemia amenazaba con dejarnos encerrados, al chef se le ocurrió la brillante idea de lanzar un lugar para comer donde no existieran las paredes.
Como en cualquier restaurante de Mallmann, el fuego es protagonista. Brasas encendidas y técnicas de cocción que casi queman los alimentos realzan los sabores de una propuesta gastronómica que se adapta a la estación y a los productos regionales. La carta hace base en los pescados recién capturados, cortes de carne vacuna, ensaladas frescas -como la muy especial de higos, jamón ibérico, almendras tostadas y queso artesanal de oveja- y helados como cierre perfecto de la experiencia.
Rack de cordero y boniato al rescoldo, Torre de papa aplastada, langostino, palta y tomate, Camarones de Valizas a la provenzal con papas pay, Ojo de bife acompañado por coliflor quemado y arroz basmati crocante, Lenguado a la plancha y sándwich veggie con pan a la chapa y papas doble fritas son sólo algunas de las joyas de la cocina de Chiringuito que es casi de kilómetro 0. Gran parte de la carta proviene de pescadores locales, también el cordero, las carnes y las verduras son de productores muy cercanos y el restaurante produce las hierbas.
Puros desafíos
Pero no todo es simple en este paraíso culinario. El día a día es complejo y requiere una logística impecable. Los meseros deben desplazarse por largos caminos serpenteantes que conectan a los comensales. Además, sillas, toldos y mesas se retiran diariamente.
Eso no es todo: la naturaleza también impone sus propias reglas. La lluvia obliga al cierre del restaurante, la arena puede invadir los platos y el viento a veces hace que vuelen por los aires las hierbas de las recetas. Sin embargo, estas adversidades son parte del encanto de
Chiringuito, donde la cocina de Mallmann demuestra que la excelencia también puede encontrarse en el contacto estrecho con el entorno.
