Desde la integración de tecnologías inteligentes hasta la sustentabilidad, una mirada sobre cómo deberían evolucionar los centros urbanos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Por: Iván Shumkov
En la actualidad, hay 47 megaciudades en el mundo con más de 10 millones de habitantes que crecen de manera informal y, a menudo, problemática. Al mismo tiempo, el 60% de las metrópolis están ubicadas en áreas costeras, eso pone al 10% de la población mundial en riesgo de ser desplazada por el aumento del nivel del mar.
No existe una visión única para el futuro de las ciudades, que son tan diversas como las personas que las planifican y deben reflejar necesidades, cultura y normas. Sin embargo, hay ciertas directrices que se tienen que considerar al tomar decisiones sobre bienestar, políticas, problemas, planificación urbana y zonificación para garantizar que construyamos colectivamente un mañana que funcione bien para todos.
Podemos comenzar a pensar en cómo las ciudades pueden posicionarse en la lucha contra el cambio climático y diseñarse para servir a este propósito más amplio. Esto podría lograrse a través de conexiones más fuertes entre las áreas urbanas y sus alrededores rurales. Que haya un mutuo beneficio. En algunas ciudades, esto podría significar mayores densidades en los centros urbanos mientras se fomentan, por ejemplo, techos verdes, agricultura urbana, la elección de materiales aislantes térmicos apropiados, “reconstrucción” y construcción de bosques urbanos nativos y jardines comunitarios. El concepto rector será el de pensar a las ciudades como potencias regenerativas.
Necesitamos sanar la naturaleza en nuestras ciudades para que podamos construir una vida mejor y más saludable para las personas que viven en ellas. Es clave el acceso a la naturaleza para garantizar salud física y mental. Los espacios públicos en las ciudades deben ser abundantes, verdes y estar integrados a los edificios y la infraestructura. Crear más espacios verdes y tener más árboles en las ciudades también filtra el aire de forma natural.
Además, existen nuevas tecnologías que permiten capturar el CO2 y almacenarlo en los edificios, lo que contribuye también a los objetivos Net Zero. Necesitamos trabajar tanto en los entornos naturales como en los construidos, pues son hábitats estrechamente conectados para las personas. Todo edificio debe tener algún espacio con naturaleza, que puede ser en techos, terrazas, jardines o parques. Y, preferiblemente, debemos utilizar especies autóctonas que no requieren riego ni mantenimiento excesivos. La existencia de la civilización humana necesita estar en armonía con la naturaleza para asegurar su supervivencia y florecimiento.
BIENESTAR
Actualmente, el 90% de los edificios en los que vive la gente no cumplen con los estándares de calidad de la industria. Carecen de sistemas adecuados de ventilación, iluminación, calefacción y alcantarillado.
Nuestros entornos, tanto construidos como naturales, tienen la capacidad de influir en la calidad de vida. El bienestar debe estar en la base de cualquier desarrollo. Si diseñamos los espacios de la manera correcta, podríamos evitar la depresión, el estrés, el trauma y facilitar una correcta calidad de vida.
Las ciudades deben cambiar su enfoque: se pueden construir en torno a los hábitos de caminar, pasar tiempo en la naturaleza, hacer deporte y tener una alimentación sana.
Además, se debe certificar la calidad de los materiales, espacios, alimentos y agua en cuanto a cómo afectan nuestra salud. Otorgar una prima a aquellos que tienen un impacto positivo en nuestro bienestar y cargar con altos impuestos a quienes lo dañan.
Los nuevos edificios tienen que estar a la altura de estos estándares de calidad definidos. Las plantas bajas deben ser aprovechadas adecuadamente para dotar de espacio público y zonas verdes. Las instalaciones deportivas deben estar cerca de las viviendas o dentro de ellas. Los espacios urbanos deben inspirar a las personas a mantenerse activas en ellos y hacerlo accesible.
Incluso se pueden producir alimentos en algunos edificios mediante la suma de techos verdes o jardines comunitarios en los barrios. La incorporación de la producción de alimentos ayuda a construir comunidades y conecta a las personas con la naturaleza mientras se producen alimentos más saludables