Recorrido por Martí, la propuesta vegetariana del reconocido chef argentino.
Igual que en su anterior proyecto, Tegui, el acceso a Martí, el restaurante de Germán Martitegui, es misterioso, apenas indicado con una chapa que muestra la numeración de la calle Rodríguez Peña, en el barrio de Recoleta.
Apenas se abre la puerta hay un pasillo y, al final, el salón. Un espacio luminoso, en tonos claros, con paredes vidriadas, plantas y una barra central con capacidad para 60 personas.
El similar a Tegui en su estructura pero más cálido y luminoso, relajado e informal. Detrás de la barra, la cocina vibra al ritmo de los pedidos: hay horno de barro, parrilla, plancha y también hay una cámara a la vista en la que crecen diferentes variedades de hongos. Todo cruje, se dora, y sorprende con una presentación impecable.
100 por ciento vegetariano
En Martí no hay carnes y el menú se articula secciones simples, sin mucho preámbulo: una de panes, una de platos (sin aclarar si son entradas o principales) y una de postres. Todo sale de inmediato, y se prepara a la vista. Uno de sus destacados es el shawarma de apionabo y hongos (portobellos y gírgolas) que llega para armar sobre una hoja de kale, acompañado por puré de papa ahumado y salsa de pimienta verde. También un soufflé de quesos para 2, una gran especialidad de Germán Martitegui.
La carta de bebidas no se queda atrás. Hay algunos cócteles de autor, como el Spritz de uvas verdes, grandes clásicos como el gin tonic, cerveza tirada y opciones sin alcohol como el iced tea de jazmín.
La carta de vinos reúne lo mejor de la producción local. Diseñada por el sommelier Martín Bruno, es posible pedir el vino por botella, por copa o media copa, una estrategia para poder probar etiquetas difíciles de conseguir, ediciones limitadas o vinos con precio muy elevado.