Considerado uno de los lugares más secos y asombrosos del planeta, el desierto de Atacama, en el norte chileno, regala paisajes surrealistas, historia geológica y pueblos de adobe detenidos en el tiempo.
Parece un paisaje de otro planeta. Un desierto de piedra, sal y dunas con montañas que son conos perfectos, géiseres humeantes, lagunas de aguas turquesas, termas y pueblos de adobe en el medio de la nada. Se trata de Atacama, al norte de Chile, uno de los destinos más secos de la Tierra que reúne la magia de los grandes espacios vacíos con el minimalismo de los lugares áridos que transmiten paz.
Es un lugar muy extenso -de 1.600 kilómetros de largo- con altitudes que van desde 2.400 hasta más de 5.000 metros de altitud y un clima extremo: mediodías tórridos y noches gélidas que, como plus, regalan un cielo con multitud de estrellas brillantes y cercanas. El punto clásico de acceso al desierto es San Pedro de Atacama, un pueblito de adobe que parece sacado de una película, desde donde se puede admirar la omnipresente silueta del volcán Licancabur, que se eleva hasta los 5.920 metros.
Desde San Pedro parten todas las excursiones a los principales puntos de interés. Pero entre una aventura y otra, vale la pena recorrer las angostas calles de esta aldea oasis en el desierto, por donde circulan todos los días centenares de viajeros de las nacionalidades más diversas.
Gran parte de la arquitectura del lugar es de la época precolombina y está muy bien conservada. Muchas de las viejas casas de adobe fueron transformadas en restaurantes, bares y hoteles. El ocre lo domina todo, menos a la Iglesia de San Pedro de Atacama, declarada Monumento Nacional de Chile. Con su estilo colonial de un blanco refulgente es protagonista en los alrededores de la Plaza de Armas.
DESTINO TOP
Detrás de paredes de adobe que se integran perfecto al pueblo de San Pedro de Atacama se encuentra un alojamiento superior: Awasi. El lodge consta de doce suites con todo el confort que puede esperar el turista más exigente. Son habitaciones circulares construidas en barro, piedra y madera, materiales ideales para soportar la amplitud térmica del desierto. Inspiradas en las antiguas ruinas de Tulor, respetan el estilo tradicional de la región.
El restaurante de Awasi también aprovecha la tradición de la zona. Después de investigar materias primas y productores locales, el chef Juan Pablo Mardones llegó a creaciones únicas elaboradas con ingredientes del desierto. Variedades de papas, quinoa, algarroba y el dulce fruto del árbol de Chañar, entre otros, forman parte de platos de autor que rinden culto a estas tierras.
Además, Awasi mima a sus huéspedes poniéndoles a disposición un guía privado que los llevará en camioneta 4×4 a explorar los paisajes de Atacama al ritmo que se prefiera.
IMPERDIBLES
Una de las excursiones clásicas y bien cerca de San Pedro, es el Valle de la Luna. Formas increíbles, que son parte de la Cordillera de la Sal, componen un paisaje blanco impactante.
Otro de los escenarios naturales más espectaculares de esta región de Chile son los Géiseres del Tatio. Antes del amanecer es el mejor momento para apreciar estas más de cien fumarolas rodeadas por una serie de imponentes volcanes nevados.
Sumamente interesante, la visita al Salar de Atacama sumerge en un vasto “mar de sal” que mide 3000 km2 con lagunas en distintos tonos: azul, turquesa y rosa. Una de las más bonitas, llamada Chaxa, está habitada por flamencos, chorlos de la puna y gaviotas andinas. Este es el lugar indicado para un chapuzón en aguas termales naturales.
También son de visita obligada las dunas gigantes del Valle de la Muerte, terreno ideal para hacer sandboard. Y no hay que olvidarse de destacar al cielo de este desierto que, probablemente, sea el de mayor calidad del mundo. Sin nubes ni contaminación lumínica, da como resultado el mejor observatorio astronómico. Una prueba más de que Atacama es el lugar perfecto para la contemplación de maravillas naturales.