El discurso y el relato que construimos de nosotros mismos tiene una enorme influencia en las decisiones que tomamos. ¿Cómo plantear un cambio? Por Anna Fedullo
Las personas tienen entre 60.000 y 90.000 pensamientos al día, la mayoría de ellos son repetitivos del día anterior, y la mayoría son negativos. Esto es así debido a nuestra educación, ya que una inmensa mayoría de las personas hemos recibido gran cantidad de “No” en contraposición a los “Sí”.
Gracias a la evolución y a las investigaciones acerca de educación, hoy está en la mira, el cambio de un lenguaje negativo a uno positivo, tanto para los adultos como para los niños. Según estudios, alrededor de los 6 o 7 años de edad aproximadamente se cierra nuestro sistema de creencias y todo lo que hemos absorbido durante los primeros años queda impregnado en nuestra mente subconsciente, lo que influenciará drásticamente en nuestro desempeño y en las actitudes predominantes en nuestra vida en la edad adulta.
Ejemplos de lenguaje negativo
“No toques al perro porque te va a morder”
“No te subas ahí, porque te vas a caer”
“No llores”
Ejemplos de lenguaje positivo
“Vení a jugar lejos del perro”
“Mejor bajate, que vas a estar más seguro”
“Cuando dejes de llorar podremos hablar mejor”
Un programa que es posible desactivar
Nuestra mente se vio empapada durante mucho tiempo de negatividad, y al empaparse, se programó. Cada palabra y cada mensaje es una semilla en tierra fértil, que con el tiempo y la repetición, se convierte en un patrón.
Los pensamientos que tenemos y nuestra identificación con ellos, es decir, el hecho de asumirlos como la única verdad, programan nuestra vida. Como todo programa, funciona de modo automático, y en esa programación, no sólo existen los “No” sino que también existen interpretaciones acerca de nosotros mismos, y acerca del mundo.
El gran problema es que consideramos estas interpretaciones e ideas como si fueran verdad. Se trata de conceptos incorporados desde la vulnerabilidad y la falta de discernimiento, propias de la edad. Ideas que escuchamos de otras personas representativas para nosotros, de generaciones anteriores, madres, padres, abuelos. Por ejemplo, si una vez nos tropezamos corriendo y nos caímos, tal vez hemos creído que “siempre somos torpes al correr”. Con la repetición y el hábito vamos construyendo un autoconcepto, una imagen de nosotros mismos.
¿Cómo salir de ese círculo?
El primer paso es darse cuenta. La auto-observación acrítica, es decir, sin juzgarnos, es fundamental para tomar consciencia, y es lo que nos permitirá dar el segundo paso: la atención voluntaria. Deberemos estar atentos y dispuestos a prestarnos atención momento a momento.
Examinar es observar, es ver con una mirada crítica pero sin juicio, es salir de lo conocido para nuevas conquistas en cuanto a nuestro Ser. Es usar la pregunta cómo guía y no siempre como búsqueda de certezas.
¿Cómo podría ser diferente? ¿Qué quiero para mi vida? ¿Esto es lo que elijo hoy? ¿A dónde quiero llegar? ¿Me gusta hoy lo que siempre me gusto? ¿Qué me obstaculiza el camino?
Las preguntas que surgen de ese proceso introspectivo son herramientas clave para salir de un loop que hemos internalizado -y no siempre nos conduce a la felicidad- para poder diagramar, crear y construir una vida elegida.
Los aliados del proceso de cambio: amabilidad con lo gradual, ya que nada es de la noche a la mañana. Constancia, persistencia y una inmensa confianza en nosotros mismos y en el proceso. Se trata de poder elegir desde qué verdad queremos vivir.