Recorrimos el interior de Segue, el astillero que, desde hace 49 años, construye yates a medida. Una historia de esfuerzo y mejora constante.
A los 14 años, Juan Segue, nacido en las islas del Delta, aprendiz de carpintería, comenzó a ejercer un oficio. En ese momento limpiaba el galpón y barnizaba lanchas de madera. Probablemente, no sabía que eso lo llevaría a convertirse en uno de los fabricantes de yates más importantes del país, y que su apellido sería una marca sinónimo de calidad en el mundo, que sus barcos navegarían las aguas de Mónaco y viajarían a Italia, Estados Unidos, Inglaterra o Brasil a pedido de sus clientes.
En la actualidad, Segue es una empresa familiar en la que, además de Juan, trabajan sus dos hijos: Diego y Carolina. Una pieza fundamental en el engranaje es Antonio Carini, cuñado de Juan, quien recibió a Parla para un recorrido por el astillero, en un galpón descomunal en San Fernando donde se acomodan los modelos más buscados por sus clientes: el Segue 76 y el Segue 68 Flybridge Motoryacht, entre otros.
LA GESTACIÓN DE UN ÍCONO
En los inicios, Segue trabajaba con matricería hecha por otros astilleros, hasta que comenzó a desarrollar la propia. Hoy la matriz se hace con un sistema de impresión 3D. Mientras que el casco se realiza en una sola pieza flexible, de plástico.
¿Cómo surge un nuevo modelo? Con cada lanzamiento, un equipo de ingenieros especializados calcula el peso del barco con un sistema computarizado. Se estima el peso tres puntos de babor y tres de estribor y se hacen los cálculos de cuánto se va a sumergir el barco, dónde flota, a qué velocidad puede llegar, etc.
El nuevo Segue 68, por ejemplo, está revolucionando el concepto de los “Motor Yachts” por su diseño y su estética muy cuidada. Este modelo ofrece una cantidad de ventajas tanto desde lo constructivo como desde la performance. Tiene vistas impresionantes y una gran sensación de espacialidad debido a las superficies vidriadas. En el exterior, se suman áreas de relax en el flybridge, cockpit y en la cubierta de proa.