Profundo respeto por la materia. Alto grado de conceptualización. Perfil de Cristián Mohaded, gran embajador del diseño y de la artesanía contemporánea.
Es ahí, en la creación de un material propio, el la conceptualización de un diseño, en la sofisticada y bellísima imperfección de lo hecho a mano. En ese límite, en la frontera entre un producto absolutamente funcional, un objeto decorativo y una pieza artística se mueve, con soltura, Cristián Mohaded.
Nació en Recreo, un pequeño pueblo en Catamarca, al límite con Córdoba y Santiago del Estero, cursó un año de Ingeniería Química en la Universidad de Córdoba hasta que notó que eso no era lo suyo. Estaba a punto de inscribirse en la carrera de Arquitectura cuando descubrió algo más acorde a sus intereses creativos y a su pasión por el dibujo: el Diseño Industrial.
A nivel internacional, trabaja como diseñador independiente en los campos de mobiliario, iluminación, productos e instalaciones artísticas y, desde 2017, profundiza su camino en el arte con sus piezas Collectable Design.
Recientemente presentó Territorio Híbrido, su primera exhibición individual en el Museo Nacional de Arte Decorativo, y fue nombrado Embajador de Marca País por el reconocimiento de la diversidad cultural, los materiales autóctonos y las capacidades productivas del territorio.
¿Qué rol jugaron los concursos en tu desarrollo profesional?
Los tomaba como prácticas. Yo necesitaba saber qué podía hacer, y a los 21 años empecé a participar en todo concurso que encontraba en internet. Me inscribía, imprimía los paneles, mandaba el cd, la maqueta, presentaba el proyecto. Y me fue muy bien, eso me dio mucha seguridad en mi trabajo. Gracias a eso, empecé a venir más seguido a Buenos Aires, a participar de exposiciones y ferias. Y eso empezó a abrirme a otras posibilidades.
¿Creés que en el mundo hay una voluntad de revalorización de lo regional y las técnicas ancestrales?
Por lo local, sí; por las raíces, no. Lo veo en Europa, porque le dan mucha importancia al tema de la artesanía en sí, al saber hacer, al oficio, no se si está tan relacionado con lo histórico porque también hay una evolución de la artesanía, una contemporaneidad que está muy buena y que es muy valorada. Se le da el valor que merece. Eso no lo veo tan presente en Argentina todavía. Porque quizá acá lo hecho a mano tiene menos valor que lo industrial. Es rarísimo que todavía no lo veamos así.
¿Qué es lo que te atrajo de la artesanía?
Me gustaba mucho el tema de la técnica, el hacer, el cómo hacerlo. El desarrollo de nuevas técnicas, crear tu propio material… ese tipo de cosas ligadas al desarrollo. El “saber hacer” era muy valioso en la cultura europea.
¿Cómo entra el arte en escena?
Mi abuela pintaba y a mí me gustaba mucho. Dibujaba y pintaba hojas, cartones, siempre me gustó la idea de estudiar arte en Córdoba y me quedó como un tema pendiente. Dentro de un proyecto artístico hay conceptos que querés contar a través de tu obra. Y yo eso lo hacía a través del diseño, desde un lugar mucho más modesto porque no tenía esa formación, no estudié arte.
Sin embargo, tus diseños portan un trasfondo conceptual…
Sí. Año tras año me fui metiendo a crear piezas o productos que tenían un lenguaje más artístico. Entonces aparece el término de Diseño Coleccionable, Collectable Design, que es como se llama en el mercado internacional. Entonces yo hacía un sillón o un jarrón y eso podía ser único o parte de una serie limitada autenticada, por ejemplo. Empiezan a aparecer otros términos que provienen del universo del arte y que le dan otro valor a ese trabajo. Me metí más en ese lugar entre el arte, el diseño y la parte de artesanía que venía trabajando. Era un lindo tríptico para seguir desarrollándome; y aquí estoy.