En un rincón de la costa norte de Dinamarca, se encuentra el excepcional Museo de Arte Moderno Louisiana. No solo destaca por su colección de obras contemporáneas, sino también por una arquitectura que redefine la relación entre el arte y la naturaleza.
El lugar no podría ser más idílico: un terreno con relieves, arboleda, bordeado por el mar y que también se abre a un lago. Ahí se encuentra el Museo de Louisiana, a 30 kilómetros de Copenhague, hacia el norte, en las afueras de la pequeña ciudad de Humlebaek, en Dinamarca.
En agosto cumplió 65 años, pero sus orígenes se remontan al siglo XIX cuando un el aristócrata Alexander Brun construyó ahí una villa. Este hombre había estado casado con tres mujeres que -por coincidencia- se llamaban Louise. De ahí el nombre.
Fue en la década del ‘50 que Knud W. Jensen, empresario y coleccionista de arte, adquirió el terreno y decidió fundar el museo. En 1958 Louisiana abrió sus puertas por primera vez e invitó a descubrir algunas de las obras de arte más importantes del mundo en un entorno único.
Obra de la pareja de arquitectos daneses Jørgen Bo y Vilhelm Wohlert, respetó el pedido de Jensen: transformar la casona de campo decimonónica en un museo que integrara arte y naturaleza.
“El estilo original de Bo y Wohlert se caracteriza por las largas paredes pintadas de blanco, las estructuras visibles, los techos de madera laminada y los suelos de baldosas de color rojo intenso. Y, por supuesto, las grandes superficies acristaladas que se abren al entorno y contribuyen a una ligereza arquitectónica muy especial”, se detalla en la web del museo.
CRECIMIENTO ORGÁNICO
El proyecto se construyó en varias etapas. Lo primero en crearse fue el “ala norte”, formada por una serie de paredes acristaladas y tres pabellones que conectan a la antigua villa con la cafetería. Las amplias ventanas establecen una relación visual constante entre el interior y el exterior, fusionando los espacios expositivos con la naturaleza.
“Los edificios se integraron y se disimularon en el paisaje. Hemos tratado de evitar la rigidez del ambiente y la solemnidad arquitectónica tan frecuentemente asociadas a la idea del ‘museo’. Los visitantes pueden pasearse por el interior y el exterior sin sentir que se está evaluando su capacidad de apreciación artística”, detalló Jensen.
El recorrido es de lo más variado. A un gran espacio le sigue un pasillo de techo bajo, que a su vez conduce a una gran sala de exposiciones. El trayecto también incluye transiciones fluidas entre las exhibiciones y la vista del parque o del mar, y siempre hay cerca una puerta para salir al aire libre.
ARTE POR TODOS LADOS
El carácter laberíntico continúa en el jardín, donde se potencia la relación de naturaleza y obras de arte. En el Parque de Esculturas hay 45 obras repartidas por el verde. Hay obras de Henry Moore, Heerup, Alicja Kwade y Alexander Calder.
Dentro del museo, siguen las firmas célebres. La colección permanente incluye obras maestras de David Hockney, Yves Klein y Andy Warhol, entre muchísimos otros grandes artistas. También está Gleaming Light of the Souls (Luces relucientes de las almas) de Yayoi Kusama, una de las piezas más valoradas de la colección del Museo Louisiana.
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