Aunque muchos desconocen su existencia, los vinos naranja llegaron para quedarse, y no paran de crecer.
No todos saben qué es. Por eso, la idea es explicarlo clara y concisamente: los vinos naranja son vinos blancos fermentados como tintos. ¿Por qué? Habitualmente, el vino blanco se obtiene de la fermentación del mosto (jugo) de la uva blanca, fermentado sin tener contacto con la piel y el hollejo. Los vinos naranjas, en cambio, son vinos de uvas blancas pero que, durante la fermentación, están en contacto con el hollejo. Algunos de bodegas más experiementales durante meses, otros por apenas unas semanas.
Para su elaboración se mantiene esta parte sólida. Por eso tienen un color más oscuro, anaranjado, ya que son son vinos blancos con un contenido extra de tanino.
Se trata de un producto con carácter, y con una estructura similar a la de los tintos pero mantienen la frescura de los blancos. Con tonos durazno, azafrán, ámbar o dorado, son bastante secos en boca y muy versátiles a la hora de maridarlos, por eso son tendencia en la carta de los restaurantes, ya que se podrían agrupar bajo la demonimación de “vinos gastronómicos”.
En Argentina, aunque la tendencia gana terreno, son pocas aún las bodegas que los producen, y generalmente llegan de la mano de pequeños productores o de bodegas boutique o de autor que se desprenden de las grandes estructuras industriales.
Para que expresen lo mejor de sus cualidades, necesitan una temperatura de servicio especial: se recomienda tomarlos frescos, entre los 13 y los 16ºC.
Son vinos muy versátiles, por eso su maridaje perfecto es variado. Igual que los blancos, la acidez se adapta bien a los pescados y mariscos, pero el cuerpo propio de un tinto permite degustarlos con la carne.
Para incorporarlo a la mesa argentina, es un buen maridaje para la clásica picada argentina de fiambres y quesos, ya que funciona muy bien con quesos curados, también con los pescados azules, y en la previa del asado, con las achuras, por ejemplo.