
Con una visión innovadora y una estética pop, Matías Riccitelli revolucionó el mundo del vino en Argentina. Su bodega, ubicada en la zona más alta de Luján de Cuyo, Mendoza, combina técnicas artesanales con un enfoque moderno y atrevido. Además, cuenta con un bistró, que ganó la Estrella Verde Michelín, una distinción que reciben los restaurantes más comprometidos con la gastronomía sostenible.
Al descorchar una botella de Riccitelli Wines se percibe que detrás de ese vino hay una filosofía fuera de lo común. Algo que se termina de comprobar si se visita la bodega, en el terroir Las Compuertas, la zona más alta del tradicional Luján de Cuyo, Mendoza, a 1.100 metros sobre el nivel del mar. Son 20 hectáreas de viñas viejas donde el Malbec es protagonista.
Quien está al mando es Matías Riccitelli, uno de los enólogos más audaces y creativos de Argentina. Oriundo de Cafayate, Salta, creció en un entorno donde el vino era la forma de vida. Luego ganó experiencia como enólogo en Fabre Montmayou, una de las bodegas más prestigiosas de la Argentina.
A los 26 años decidió embarcarse en una aventura que lo llevaría a recorrer el mundo del vino. Participó de vendimias en regiones emblemáticas: Austria, Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos. Tras ese recorrido, regresó al país para comenzar a desarrollar su propio proyecto. En 2009, fundó su empresa con la misión de romper con los esquemas tradicionales y producir vinos únicos. Hoy, a los 44 años, ve cómo su bodega se ha convertido en una de las más premiadas y exitosas de Argentina.
Riccitelli Wines explora una gran variedad de terroirs en el Valle de Uco y más allá, como Los Chacayes y Gualtallary. Y no solo se ha enfocado en Mendoza, sino que también extendió su visión hacia la Patagonia, con un proyecto en la ribera del Río Negro que busca rescatar variedades olvidadas como el Semillón, el Chenin Blanc y el Pinot Noir, plantadas en los años 50.
Para Riccitelli, cada vino es un intento de embotellar paisajes, con la menor intervención posible. Eso queda clarísimo al realizar el tour por la bodega, que revela una forma de elaboración creativa y artesanal.
De lo primero que se entera el visitante es que la cosecha se realiza de manera manual, en pequeñas bandejas de 20 kilos para evitar daños en las uvas. Luego, las frutas pasan por mesas donde cada racimo es cuidadosamente elegido. Todo lo seleccionado se traslada a pequeñas piletas de concreto para un proceso que combina técnicas de vinificación tradicionales y modernas. No se usan bombas y los volúmenes de trabajo siempre son reducidos. Tras el despalillado, las uvas caen de forma natural en pequeñas vasijas de concreto, donde fermentan con levaduras autóctonas. En muchos casos, la crianza se lleva a cabo en un 50% en barricas de roble francés y el otro 50% en grandes vasijas o foudres.
De la tierra a la mesa

La experiencia en la bodega no termina en sus vinos. Con una propuesta gastronómica liderada por el chef Juan Ventureyra, Riccitelli Bistró ofrece una vivencia culinaria en sintonía con la búsqueda innovadora y creativa de la bodega.
El restaurante ocupa contenedores transformados, reacondicionados y con vistas a los Andes y los viñedos. Este espacio, con un interiorismo esmerado e informal, fue galardonado con la Estrella Verde Michelin. La famosa guía le dio esta distinción creada para recompensar a las gastronomías sostenibles y destacó la capacidad del restauante para unir cocina, enología, excelencia y ecorresponsabilidad.
La propuesta del chef Juan Ventureyra, que se puede disfrutar tanto en el comedor como en la terraza, explora a través de sus menús de pasos las raíces mendocinas. Productos locales y agroecológicos, la mayoría de la propia huerta de dos hectáreas, conforman cada uno de los platos que cambian según las estaciones e invitan a ser disfrutados con todos los sentidos.
“No somos un restaurante vegetariano, pero Mendoza es una provincia de excelsa producción vegetal y esa es nuestra especialidad. Hacemos una cocina con alma local y producimos nuestras propias semillas, lo que nos ha llevado a tener hasta 84 variedades de tomates”, destaca el chef, quien se jacta de difundir el concepto “de la tierra a la mesa”.
Los platos del bistró se maridan con vinos seleccionados por el equipo y por el propio Matías. Pasean por la mesa desde el Blanco de la Casa, un blend de Semillón, Sauvignon Blanc y Chardonnay con crianza en huevos de hormigón hasta Flor, de la Patagonia, que forma parte del catálogo de vinos con maduración biológica, entre otros.
Estética pop


Los vinos de Matías son disruptivos. Inolvidables por su sabor y también por sus particulares etiquetas. Tan llamativas como irreverentes, con guiños a la cultura pop, muestran ilustraciones llenas de color y comicidad o fotos con impronta contemporánea (cuyo autor es Marcos López).
“Son vinos muy arriesgados. Cuando uno se arriesga a poner ese tipo de etiquetas en la botella es porque está muy seguro y conforme con lo que hay adentro”, reconoció Riccitelli.
Su visión del negocio es descontracturada, fresca e irreverente. Por eso, en 2019 lanzó *V.I.N.O.* (Viticultura Independiente Natural y Orgánica), un proyecto que marca su compromiso con una manera vanguardista de pararse en la industria, que prioriza la sostenibilidad y la mínima intervención en la elaboración. En colaboración con pequeños viñateros, unió esfuerzos para recuperar uvas autóctonas y prácticas agroecológicas. El resultado son etiquetas como KungFu Orange, un Sauvignon Blanc fermentado sin sulfitos añadidos en ánforas de arcilla y huevos de concreto, e Invader, que refleja el carácter puro de cada terruño.
La posibilidad de innovar de la bodega parece infinita. Con cada cosecha, etiqueta y proyecto, Riccitelli sigue sorprendiendo y conquistando paladares. Su éxito no se basa sólo en la calidad de sus vinos, sino en el talento para mostrar los paisajes y la gastronomía de Mendoza a través de una apuesta diferente.